2:00 am (Y Vamos Hacia Allá.)
Son las dos de la mañana,
son las dos copas encima.
Para ir hacia allá
se necesita olvidar cuatro nombres
y la dirección de una casa.
Allá donde la piel,
no descansa hasta convertirse en caricia.
En el umbral,
del labio/boca al labio/beso.
Donde el secreto,
delimita con la intimidad.
En esa tierra de nadie;
de los sentidos nublados y la ausencia al rojo vivo,
(donde la camisa blanca
tiene por bandera la mancha de lápiz labial.)
Y las estrellas tan encendidas que arden el cielo,
y los recuerdos, como mensajes de botellas naufragas,
vagan en el alma, para tocar el silencio:
para ponerte la mascara de la que amé.
para que uses mis palabras como lijas en el cuerpo
hasta atenuar la marca del hombre que sí amas.
Y eso a ambos nos da igual:
porque nos hemos acostumbrado
a llenar con aire el vacío de nuestras vidas,
porque el corazón perdona fácil cualquier herida
cuando no se tiene un dueño.
Porque si queremos
el silencio nos hará invisibles;
hasta quedarnos dormidos,
hasta que la piel se nos torne idéntica a la sabana,
hasta hacer como si no existiésemos,
así y así y así hasta hartarnos de olvidar.
A - Balada Madrugada.
Para dar muerte a un hombre ... la madrugada.
para resucitar a un muerto ... la madrugada.
para cortar una flor ... la madrugada.
para nunca darla ... la madrugada.
para olvidarse de Dios ... la madrugada.
para que Dios nos olvide ... la madrugada.
para que nos queme el día ... la madrugada.
para hacer y sanar heridas ... la madrugada.
para andar sin huella ... la madrugada.
para visitar a la casada ... la madrugada.
para el brillo del ojo como gato ... la madrugada.
para buscar hogar ... la madrugada.
para no morirse nunca a pesar del daño
... la madrugada.
Pregunta: al asesino, al vuduista, al jardinero, al enamorado, al sacerdote, al ateo, a la frígida, al fracasado, al exiliado, al marido, al niño, al vagabundo a qué horas rezan y a qué horas salen por el pan...
Alma Casual Y Corazón Sport.
El claxon de los automóviles me atraviesa el cuerpo,
con el corazón de aluminio,
con el alma de cristal.
Soy transparente entre el tumulto,
un foco más en la marquesina,
con el alma de metal
y el corazón de concreto.
Camino, paso edificios que llegan tan alto, tan alto
que tendrías que mirar hacia abajo si quisieras ver para el cielo,
en mi ciudad de Mc Donald´s, Florida & Tower y Cinemark
tenemos corazón de fluoruro
y almas que vienen en presentación light.
Yo me detengo a buscarte en uno de esos panorámicos
en los que nunca he estado, a ver si ahí estás.
Mi alma casual.
Mi corazón sport,
Aquí todos los días sale el sol,
y Adal Ramones todos los martes,
Pero yo cruzo iglesias y parques
los urbanos y los mercados:
En una ciudad así
de vidas rotas y ventanas intactas,
de niños durmiendo en las calles,
tenemos el alma de envase
y el corazón de slogan:
Por ejemplo
sólo yo sé; que tú has sido
y que ya no hay nadie en el mundo
que todavía este tratando de olvidarme.
Antes de Dormir.
Antes de dormir:
me cuido bien de ponerme el brazo sobre la frente,
no sea que se me escapen los sueños
y salgan a la calle a cortar algunos cuellos
y a besar algunos otros.
Un segundo antes de cerrar bien los ojos:
me arde la memoria y la caricia ausente,
me pongo a pensar en las dos mujeres
que casi siempre tiene el día de un hombre solo:
la que abrió las heridas
la que la que las cura.
Medio segundo antes de cerrar los ojos:
la doy las buenas noches al vacío,
(o a quien sea que ocupe el sitio del vacío
en la sábana.)
Sin remordimientos, sin explicaciones
porque sé, y esto cualquiera lo sabe,
que no hay nada
que haga de ese instante
un instante íntimo.
Cuando Seas el Amor.
Yo soy el veneno.
Y a pesar de que lo dije
tú lo desconoces.
Me miras palpitante desde el precipicio aquel,
reciente testigo de relámpagos
de cuando las venas y los nervios
se confunden y deshacen en nudos y sentidos,
y sus precipitaciones permanecen latiendo en la sangre,
hasta que algo se nos atora en el corazón
y preferimos dormir.
Yo soy el veneno.
Y aunque lo sepas no lo sabes.
me miras como si te quisiera
si te clavo como dos lanzas los ojos
de cuando hago como que quiero.
Como si yo mismo no fuera
el secreto guardado estrictamente para mí
de que a veces puedo amar.
Yo soy el veneno.
Y que lo diga o lo esconda no hace diferencia.
algún día después de todo, pero más importante aún:
antes de todo,
Te daré un beso para no decirte adiós,
y entonces tú comprenderás
(como algún día todos comprendemos)
que cualquier beso, si es del corazón,
es también de despedida.
Y luego te habré enseñado a amar.
Yo o cualquiera, de veras que los nombres
son lo único que no le importan al amor.
Y a partir de ese punto:
conocerás el pánico de encontrar
las marcas de la piel de alguien en tus labios,
sentirás miedo de las viejas fotografías
y sabrás qué se siente pisar
sobra una de las huellas que deja el vacío
a través del amor.
Finalmente
tendrás miedo de pensarlo
pero al menos una idea,
de que piedra y corazón son sinónimos.
Y tratarás. inútilmente, de convencer a alguien
de que eres el veneno ...
... cuando seas el amor.
Casa Madrugada
Sería falso decir que a estas horas todos somos iguales,
porque más que iguales, todos somos el mismo
quizá por eso nadie lleve un nombre
cuando entra en casa de la madrugada,
quizá sólo existan algunas diferencias aparentes:
Los poetas tienen el corazón de papel.
Las prostitutas los ojos verdes.
Y de 12 a 7 los relojes de los abogados paran.
Y ninguna mujer lleva consigo un encendedor
por lo que piden fuego para encender el cigarro
y fuego también para encender la alcoba en llamas.
En algún lugar del aire de 3:00 am, fue escrito:
“Nadie ha de quemarse solo,
nadie ha de dormir solo,
nadie ha sido puesto en tu noche
para que dejes que se vaya.”
Y todas las madrugadas son tristes
y su tristeza se puede palpar en el viento
como si fuera hecha de ladrillos.
Entonces los proscritos del amor
salimos a los bares, a los parques, a los callejones
porque sólo nosotros sabemos que en realidad son funerarias
donde acostumbramos llorar nuestros muertos:
que siguen vivos, pero que ya no están,
o que si están se van mañana.
Todos estábamos huérfanos del corazón,
sin suerte, sin piel, sin casa.
Y un corazón así
puede galopar como un río por encima de todos los cuerpos,
puede romper todos los nombres,
un corazón así no puede ser una tempestad ...
... a la que pueda seguir la calma.
(a estas horas nadie quiere ser dueño de nadie,
ni nadie, tampoco, quiere dejarse adueñar)
A pesar del bien y el daño, un corazón huérfano;
nunca pero nunca, deja marcas.
Y tal vez me encuentre contigo
que a las dos de la tarde de algún martes
me habrías gustado para enamorarme de veras.
Y tal vez encuentre en ti un techo tibio y una cama,
pero antes de dormir, la diferencia sustancial
entre tus cuentos y los de mamá,
es que en los cuentos que tu cuentas
la oveja siempre se como al lobo.
La oveja siempre es la culpable
siempre hasta demostrar lo contrario,
en la casa madrugada.
Favor de No Fumar.
Qué puedo decirle yo a la vida:
si caliento en la mañana el café por mero trámite,
si prefiero no comer que no fumar
(no es que las penas con marlboro sean menos,
pero ya en el cenicero;
uno no sabe ni que pena es la que pena)
si no hay beso en la noche, ni siquiera de última cena.
Con la sangre azul en las venas
más fría que un “te amo” para firmar un correo.
Qué le puedo decir yo a la existencia:
si la mujer de mi vida en unos meses se casa,
y yo que, nunca me quise casar.
Si a mis 20 años pareciera que tengo 3
metros bajo tierra
si de mi huerto ni yo pude cortar una flor.
Qué puedo decir yo del amor:
si mi corazón ha herido más destinos
de lo que el destino ha herido mi corazón.
Tal vez lo mejor sería hacer como si no pasase nada,
así como hizo Violeta Parra
y darle gracias a la vida quién sabe de qué.
Pero creo que en mi caso lo mejor sería
disculparme e irme o quedarme y disculparme.
En todo caso lo mejor sería pedir perdón,
Perdón, córrame si le parece pero no apago el cigarro
aunque aquí se prohíba fumar.
perdón pero sin embargo se mueve,
se mueve y sin embargo,
perdón, nunca me quise casar.
La Calle de las Doce.
Una mujer me dijo:
“mátame con un beso
o enamórame con una bofetada”
mientras cruzaba la calle de las doce am.
Lo hombres se lavan el corazón a la una,
a las dos se lo ensucian de nuevo
respondiendo sí a las chicas que dicen:
“Guapo: arráncame el corazón sin que me arda”
A las tres son más bien como corredores públicos
los pasillos en las casas
de las esposas con maridos aficionados al toreo.
Te echan del último bar a las cuatro
sino eres cliente distinguido,
sí se es, uno puede pedir la nueva de Sabina
o disfrutar de los encantos de las mujeres del barman.
A las cinco no hay Dios ni Diablo
van saliendo los ladrones del trabajo,
los deportistas a correr
y la casa chica, por chica, empieza a dejar de ser casa.
A la seis no se pasa, no se piensa,
se degusta como vino añejo
el sabor de lo efímero, sin remordimientos,
sin hacer distinción entre los falsos y ciertos pudores
al fin y al cabo señores,
para arrepentirse le sobran a la vida domingos de mañana.
La Madre gada.
Son las 5 menos 2 de esta mañana.
No poder dormir es una situación difícil de llevar
pero fácil de entender:
simplemente no se puede dormir,
por más vueltas que se le de a la cama.
Me levanto y toco mi cara con la piel del espejo,
tengo los ojos rojos y chiquitos como de sueño.
Veo otras cosas, el hombre sabe, casi instintivamente,
que todo puede verse y palparse con los oídos
si es de noche.
Incluso las paredes de esta casa,
que conozco desde tan poco tiempo
pero que me tienen ya tan viejo el corazón,
mantienen vivos los ecos de conversaciones
que terminaron hace años.
(por ejemplo el tercer o cuarto “te amo”
de una mujer que hace meses no me ama,
o puede ser que cualquier martes le de por resucitar
la fiesta muerta de algún viernes .)
Más allá de la euforia y el vino,
pero más allá de ella, de mí y del daño;
es este devenir de la memoria que amarra,
la broma del destino, el juego con lo sacro,
y la gotera de la regadera hace creer que cada hora
se mete a bañar el fantasma del hombre que fuimos
y que después de todo matamos.
Yo, por más que quiera dormir temprano
por más que me gustara quedarme en casa
hasta que el disfraz de bueno se me adhiriese al cuerpo;
Es esta la madrugada, que llama, toca y roba el sueño,
para reclamar a sus hijos más desamparados
y acercarlos a esa piedra helada
que le hace las veces de regazo y las veces de corazón.
Paso que Di.
Ayer anduve caminando
por las calles de la ciudad más transitadas,
que suelen ser, casi siempre,
las menos ocupadas del corazón.
Y entre las ráfagas de rostros que pasan,
de las huellas que pisaban
sobre mares de concreto,
después del paso de millones, miles y cientos
sólo quedó tu cara.
Detenida, conmovida por el tiempo,
casi congelada,
tú congelada por el frío de la calle que buscaba el viento,
yo congelado, por el cuerpo que no tengo, para calmar el frío del alma.
Pensé en seguir, sólo seguir
dejándome arrastrar por el río de concreto,
sólo que entonces supe
que dos ojos son un imán inaplazable
si entre ambos se abre, una inaplazable mirada.
Paso que di, piso que paso
al paso que pisaba:
chocando, retrocediendo,
atravesando los cuerpos que pasaban,
para llegar hasta ti.
Para hacer en el concreto
un espacio
en el que cupieran sensibilidades y sentidos
que permitieran poner un dedo en tu boca
y el otro en la llaga un segundo antes del beso,
sólo para escribir en algún poema de la calle
que un segundo después te besaba.
Yo sonreí, sonreíste
y me dejé llevar por el mar de concreto,
con la certeza de que si con suerte,
no nos volvíamos a ver,
esos tres segundos nunca dejarían de ser idénticos al amor.
Yo Como Todos.
Para qué llamarte amor, amor
si como todas tienes nombre.
Y yo tampoco soy muy distinto a los demás:
ni piedra, ni río, ni hombre,
sino sólo lo contrario;
una astilla en el ojo, una suma sin partes.
Un corazón que se esconde.
No hay más, yo soy el mismo repetido,
con una cara distinta, tal vez,
para no despertar tu miedo repetido
a las gentes que se van.
Yo también prometeré quedarme
un día que se me envenene el corazón de amor.
Y un día que se me cure, también me iré.
Y aunque no miento si digo que han habido noches
en las que he estado a punto de enamorarme de tus labios incalculables
y de ahogarme en el dibujo de las pieles precisas.
No me dejo llevar más allá; porque si algún día,
tú y yo confundidos por ese amor que nos quedó sin nadie
(el que era cierto)
dejamos que se toque algo más que los cuerpos,
algo como las almas, o peor aún, como las heridas
créeme que ya no nos podríamos olvidar, y pregunto, ¿para qué?
Y para que llamarme amor, amor
si como todos tengo un nombre.
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