Quisiera Decir.
Quisiera puntualizar
que no pretendo ser de esa clase
de poetas profundos
que odian a Arjona y aman a Silvio.
No quiero hablar de Marx
poniendo cara de serio
como si de veras estuviera con eso
queriendo decir algo.
Prefiero más bien;
ser descarado que hipócrita,
por lo que a mí toca
que se caiga Europa
antes que quiebre la Marlboro.
Y que si Cuba esto y la Globalización lo otro.
Que hagan lo que quieran mientras puedan
(todos hacen lo que quieren
de encontrar modo.)
Yo sólo digo que pongan sus ideas
junto a un tapete,
y luego medimos
cuál termina con más lodo.
Habría que hablar de la libertad demócrata
de la solemnidad comunista,
pero para cuentos así me gusta más el de pinocho,
al menos es más clara la moraleja sobre las mentiras.
A la izquierda caras largas y envidiosas
y el baño, a la derecha bien al fondo.
Un dos tres por mí y por todos los del gabinete.
Ya para terminar, siento la responsabilidad
de hablar bien de algunos conceptos:
digamos amén, nintendo, habano
y por su puesto:
que viva el América.
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María.
Llévame al trigal María,
allá a la tierra
donde la tierra nos partió las manos,
y molamos el maíz,
y carguemos en la espalda a todos los niños de brazos.
Llévame a ese otro país María
ese otro, que también es este
y enséñame el nombre de sus plantas,
y revélame el secreto de sus dioses,
escucha María,
todavía se oyen las voces
que le quedan al corazón como huellas del pasado,
de cuando tu canción y mi canción
eran la misma.
Seamos el pueblo María
y reclamemos cualquier México,
pero sin botas, ni corbatas, ni pasamontañas:
que la verdad cuando es verdad
no tiene cara que taparse,
que la verdad si es que es verdad
sólo le teme al silencio, nunca a la muerte,
que la verdad de ser verdad
no esconde el rostro, ni al resto, ni el rastro.
(que nuestro grito María,
no sea forajido, sino revolucionario.)
Mejor llévame allá, María
pero tú, tú no vengas:
porque sino la coca - cola llena en tu mesa vacía,
niños tuyos vendiendo chicles en las esquinas,
y te identificas, a veces, con “Rosa Salvaje”
y nos crees ese cuento de la libertad.
No María, tú no vendas la patria,
ni la compres en los semáforos
con la cabeza agachada y la mano extendida.
No María, lo han dicho los etnólogos, antropólogos, sociólogos y demás pendejólogos:
Tú no tienes derecho a ser humana
ni a poner en tela de juicio tu papel de identidad nacional.
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